“Fue en el verano de 1982. Tres muchachos se juntaron para cumplir un sueño y lo lograron”. Así comienza la historia.
Cuenta la leyenda que Gustavo Cerati y Zeta Bosio estudiaban Publicidad en la Universidad del Salvador. Pero la comunicación en sus venas pasaba por la música. Gracias a esta pasión, establecieron un estrecho vínculo musical y de amistad que los llevó a comenzar a tocar juntos. Así, Gustavo se sumó primero a The Morgan, la banda que integraba Zeta, que sólo llegó a grabar un simple. Luego formaron el grupo Stress y, posteriormente, Proyecto Erekto, junto a un joven Andrés Calamaro. Ninguno de los proyectos prosperó, pero ellos seguían persiguiendo su sueño de formar una banda de rock.
Laura, hermana de Gustavo, les pondría en el camino a Charly, hijo del reconocido baterista de jazz Tito Alberti. Luego de escucharlo tocar en la batería de su padre - y de un pedido de Gustavo para que se corte el pelo- Charly se sumaba a los ensayos con la banda.
Aerosol, Side Car y Los Estereotipos fueron los primeros nombres ingeniosos que se les ocurrieron. Luego, surgieron por separado “Soda” y “Estéreo”, que dieron como resultado SODA STEREO, el nombre definitivo que los distinguiría para siempre.
Y ese nombre también distinguiría para siempre a toda una generación. Los que tuvimos el privilegio de crecer escuchando su música, esos 14 grandes discos, sus entrevistas, los que guardamos recortes de revistas, pósters, juntamos plata para comprarnos sus “cassettes” originales… lloramos con la noticia de su separación y, en mi caso, más aún ante un NO rotundo de mis padres que no me dejaron ir al “Último Concierto”.
Siempre tuve una cuenta pendiente por saldar. Esa sensación de vacío por no haberlos escuchado nunca en vivo y en directo, de no haber saltado y bailado hasta cambiar la piel en un estadio, delirando de placer...
Pero la vida vuelve a dar nuevas chances. Y así fue que en 2007, “una burbuja en el tiempo” empezó a gestarse y la gira ME VERÁS VOLVER me permitiría cumplir mi Sueño Stereo. Esos seis conciertos en River marcarían mi vida mucho más de lo que yo podría haber imaginado cuando, ante la histeria colectiva que me invadía, contaba los días para verlos...
Ese amor incondicional por Soda me abriría las puertas al gran amor de mi vida. “Y ya lo sabes, nada es casualidad”, alguna vez cantó Gustavo. Y yo me quiero quedar con eso, con esa frase, con sus versos y acordes, con la música y esos recuerdos que nos regalaron y hoy forman parte de lo más lindo que me pasó en la vida.
Eternamente, gracias totales. Siempre seremos Soda.
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